domingo, 21 de marzo de 2010

La gata de Poe

La línea que separa el instinto de los animales y la razón de la que tanto presume el hombre es, sin duda, borrosa e incierta. (...) Posiblemente, la pregunta de si los animales inferiores razonan o no, no se podrá contestar nunca. (...) Mientras que en su orgullo y arrogancia el hombre insiste en negar esa capacidad de reflexión a las bestias, ya que el concedérsela parecería derogar su propia supremacía, sin embargo se encuentra siempre apresado en la paradoja de considerar el instinto una capacidad inferior, a la vez que se ve forzado a admitir en miles de ocasiones su infinita superioridad sobre la mismísima razón que considera su propiedad exclusiva. (...)

El autor de este artículo es propietario de una de las gatas negras más extraordinarias del mundo (y esto es decir mucho porque, como se recordará, todos los gatos negros son brujas). La gata en cuestión no tiene un solo pelo blanco (...). A la parte de la cocina que más frecuenta sólo se puede acceder por una puerta, que se cierra con un pestillo. Estos pestillos son de construcción tosca y se necesita siempre cierta destreza para abrirlos. Pero la gatita tiene el hábito de abrirla a diario... Hemos observado esta hazaña singular muchísimas veces, siempre impresionados por la veracidad de la afirmación con la que comenzaba este artículo: que el límite entre el instinto y la razón es muy vago. La gata negra, al realizar su hazaña, debe haber utilizado todas las facultades reflexivas y perceptivas que tenemos la costumbre de pensar que son cualidades exclusivas de la razón.

El instinto contra la razón: Una gata negra. 1840

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo conozco a hombres que no usan la razón pero no son tan bonitos como una gata negra pero probablemente tan felices como ellas.

Anónimo dijo...

Poe me recuerda a Basil... me refiero a Basil Hallward... levemente, quizá me equivoque, aunque esto seguramente sea por mezclar tanta bebida.