
El autor de este artículo es propietario de una de las gatas negras más extraordinarias del mundo (y esto es decir mucho porque, como se recordará, todos los gatos negros son brujas). La gata en cuestión no tiene un solo pelo blanco (...). A la parte de la cocina que más frecuenta sólo se puede acceder por una puerta, que se cierra con un pestillo. Estos pestillos son de construcción tosca y se necesita siempre cierta destreza para abrirlos. Pero la gatita tiene el hábito de abrirla a diario... Hemos observado esta hazaña singular muchísimas veces, siempre impresionados por la veracidad de la afirmación con la que comenzaba este artículo: que el límite entre el instinto y la razón es muy vago. La gata negra, al realizar su hazaña, debe haber utilizado todas las facultades reflexivas y perceptivas que tenemos la costumbre de pensar que son cualidades exclusivas de la razón.
El instinto contra la razón: Una gata negra. 1840
2 comentarios:
Yo conozco a hombres que no usan la razón pero no son tan bonitos como una gata negra pero probablemente tan felices como ellas.
Poe me recuerda a Basil... me refiero a Basil Hallward... levemente, quizá me equivoque, aunque esto seguramente sea por mezclar tanta bebida.
Publicar un comentario